Con un ligero sonido los cuatro integrantes de la familia Potter aparecieron frente a la puerta de una vieja taberna con un letrero en forma de caldero en el centro de Londres, los muggles que se encontraban en ese momento a su alrededor apenas dieron un respingo para posteriormente continuar su camino y sus ocupaciones, todavía una mujer tuvo tiempo para murmurar una imprecación hacia los magos antes de tomar a su pequeña hija de la mano y caminar más aprisa de lo normal.
Segundos después ingresaron en el Caldero Chorreante y sin apenas saludar a nadie salieron por la puerta trasera donde, con su varita, James Potter tocó un ladrillo en específico y la pared pareció cobrar vida, encogerse sobre sí misma dejando ver un amplio callejón a cuyos lados había establecimientos donde se exhibían las más variadas y raras mercancías.
Los lentes del pequeño maguito, de simple y elegante montura redonda, amenazaban con salir volando de su rostro cuando dirigía su mirada hacia todas las direcciones posibles mientras recorrían los primeros bloques del Callejón Diagon. Unos minutos después llegaron a las puertas de un gran edificio blanco, mucho más alto que el resto de los edificios alrededor y de inmediato Harry preguntó fiel a su costumbre.
-Papa ¿puedo ir?
-Sabes que no, desde que tuvieron que reconstruirle el brazo al nieto de Dodge los menores no tienen permitido pasar a las bóvedas, esperaras con tu madre en el vestíbulo.
-Creo que aprovechare para comprar las túnicas de Harry y nos vemos en Flourish y Blotts- tercio Lily.
Pasada media hora Harry y Lily salían de Madame Malkin con un bulto bajo el brazo en el que estaban envueltas las nuevas túnicas de Harry, recorrieron la calle hacia la librería deteniéndose cada pocos pasos debido a la excesiva curiosidad de Harry, cuando se encontraron casi de frente con un hombre bastante delgado y con una túnica negra que estaba a medio dedo de arrastrar por el suelo, lo que le daba el aspecto de que flotaba en vez de caminar.
Lily dejo lucir una sonrisa y saludo efusivamente al hombre para beneplácito de este.
-Severus, que gusto.
-Lily, como siempre un placer, ¿de compras?
-Si, la lista para Harry, este año inicia en Hogwarts.
-Ya veo- dijo Snape dirigiendo una mirada superficial a un Harry que seguía atentamente la charla.- Así que otro Potter en Hogwarts, veremos si el puede hacerlo mejor que…
-¿Mejor que quien Quejicus?- preguntó con una amplia sonrisa un James Potter que venia de la acera de enfrente y que llevaba consigo un largo paquete en una de las manos, mientras que con su brazo libre se las arreglo para sujetar de la cintura a Lily.
-Mejor que… –Lily dirigió una significativa mirada a Snape- …de costumbre James. Los Potter tienen un historial bastante bueno en Hogwarts pero siempre es posible algo mejor.- terminó Snape con los dientes apretados y la cara de alguien que se acaba de comer un kilo de grageas con sabor a mofeta enferma del estomago.
-Creí que a los de primer año no les permitían llevar escobas- agrego después de observar el paquete que James tenia en su mano.
-Es cierto, Lily dice que es peligroso y yo estoy de acuerdo –la sonrisa de James se fue ensanchando maliciosamente, mientras se giraba a explicarle a Harry- todavía recuerdo mi primer día en clases de vuelo, un niño de nuestro curso no supo controlar su escoba, así que la escoba subió dando vueltas y en una de ellas el niño salio despedido, se quedo enganchado en uno de los balcones del primer piso cabeza abajo y la túnica se le subió a la cabeza y ¿que crees que traía puesto debajo?
-Yo me retiro- interrumpió Snape -Lily fue un placer saludarte- y sin esperar una respuesta giro sobre sus talones y se alejó maldiciendo por lo bajo.
-James Potter eres un desconsiderado, ¿Por qué siempre tienes que recordarle eso a Severus?
-Vamos Lily, no será la primera ni la última vez que me burle del viejo Quejicus.- respondió James mientras entregaba el paquete con la flamante Nimbus 2000 a Harry.
-¿El es el compañero al que le paso eso papá?- Pregunto Harry.
-Vamos se hace tarde, es hora de comprar tus libros. Dejaron que Lily se adelantara algunos metros y Harry preguntó.
-¿Y que llevaba puesto?
Una gran sonrisa se dibujó en la cara de James Potter cuando le susurró a su hijo al oído. -Nada.
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Los libros los útiles y las túnicas habían sido adquiridos y enviados a casa con un movimiento de varita de James mientras se dirigían al Emporio de la lechuza donde Harry tendría su nueva mascota.
-Una lechuza es la mejor elección, los gatos dan alergia y los sapos son para bobos, ¿qué te parece esa marrón de ahí?- comento James.
-Es muy bonita- dijo Harry -¿Puedo llevarla?- pregunto mientras la acariciaba, la lechuza agitó las alas y chillando mordió a Harry en el índice. -Auh, muerde, mejor seguimos buscando.- dijo Harry chupándose la herida.
La pequeña Ellie desde los brazos de su madre balbuceaba y extendía sus manos hacia lo alto de un estante señalando un punto donde, con la cabeza debajo del ala, una lechuza blanca como la nieve dormía plácidamente.
-Parece que Ellie ya eligió por ti.
-Quiero esa, es perfecta.
-No me gusta el color blanco, pero si a ti te gusta, adelante.- dijo James. Minutos después abandonaban el establecimiento con Harry cargando la jaula con la lechuza aun dormida en su interior.
-Ahora solo falta mi varita.
-Iremos a Ollivander’s no hay mejor fabricante de varitas. Tras el tintineo de unas campanillas al abrir de la puerta, el mago bajo presuroso de la escalera en la que estaba montado y poniendo una sonrisa en su cara.
-Ah Señor Potter, por supuesto caoba, 11 pulgadas, flexible, ideal para transformaciones, y por supuesto Señora Potter, madera de sauce 10 pulgadas ¼ blanda, perfecta para encantamientos, una de ms mejores creaciones en los últimos años, y ¿Qué tenemos aquí? El joven Potter… encontraremos la ideal para ti por supuesto- y uniendo la acción a la palabra saco una caja de debajo del estante extrajo la varita y se la entregó a Harry.
– Olmo, 12 pulgadas con cabello de unicornio flexible. Pero agítela Joven Potter vamos.- Apremió Ollivander.
Harry agitó la varita y esta salió despedida de su mano.
-Creo que no, probemos otra combinación Fresno 13 pulgadas fibra de corazón de dragón- esta vez el resultado fue un ventanal roto.
-Creo que tampoco, probemos con esta, Roble 12 pulgadas ¼ pelo de unicornio.- Harry estaba a punto de agitarla pero Ollivander se la quitó antes de darle tiempo- No, tampoco, probaremos una combinación poco usual, Acebo, 11 pulgadas centro de… nervio de corazón de dragón- Ollivander le puso la varita en la mano con algo parecido a un temor reverencial como si esperaba que la varita estallara si hacia contacto con la mano de Harry, pero en cuanto estuvo depositada en ella la varita emitió chispas rojas de la punta y una sensación de calor subió por el brazo de Harry.
-Curioso, muy curioso.
-¿Que es curioso?- preguntó Harry.
Ollivander ignoró olímpicamente la respuesta y se dirigió a James. -Son 6 Galeones Sr. Potter, ahora, si me disculpa, debo recibir un grupo de señoritas de un internado, asunto oficial del ministerio, seguro usted comprende.
-Por supuesto, aquí tiene.- Dijo James con una sonrisa forzada, entregando el dinero al comerciante.
Apenas se hubo retirado la familia Potter el comerciante cerró las cortinas de su establecimiento y colocó el cartel de “cerrado” en su puerta de entrada, tomo una bolsa de debajo de su mostrador y arrojo unos polvos a su chimenea.
-Quiero hablar con Albus Dumbledore.- dijo con voz temblorosa.
-¿Que mensaje tienes para mi Ollivander?- le contesto desde las llamas la cara de un anciano con la barba y los cabellos totalmente blancos, con unas gafas de media luna sobre su recta nariz.
-El joven Potter ha comprado la varita de núcleo de Fénix mi señor, me pidió que le avisara inmediatamente. Y lo hice en cuanto sucedió mi señor- dijo Ollivander atropelladamente sin atreverse a establecer contacto visual con el rostro que asomaba en las llamas.
-Bien,-dijo Dumbledore con aspecto resignado- ya ha empezado.
Sonó un ligero “plop” y solo quedo el fuego dentro de la chimenea de Ollivander.
Dumbledore malo?